A pocas horas de
poner fin al año 2014 y de iniciar una nueva andadura por el 2015, se me ha
venido a la cabeza analizar un poco lo que es (y lo que ha sido) mi carrera
musical. En realidad no puedo decir que este año haya sido distinto a los
demás. Para todos aquellos que trabajamos (de una manera u otra) en el mundillo
de la música, siempre se presentan los mismos problemas.
Si tuviera que
escribir un texto como éste cada año, creo que en el 99,9% de los casos siempre
apuntaría y denunciaría lo mismo. Y no me refiero a si se debe utilizar o no el
sync, a si la electrónica actual está demasiado comprimida o, incluso, si se
está muriendo.
Hay cosas detrás
de todo esto que, desde siempre, han estado ahí como una enfermedad invisible de
la que nadie quiere hablar. Todos y cada uno de nosotros convivimos con ella,
pero cuando nos preguntan, la ignoramos por el miedo al qué dirán.
Por supuesto que
no voy a dar nombres (la lista sería más larga que un piano de cola, ya que
estamos hablando de música…), pero ni el mejor artista es el mejor, ni el peor
es el peor. Las discográficas y los grandes organizadores de eventos son una
piña que protege todo aquello que les da dinero; no importan las habilidades
artísticas.
Detrás de todo
este gran escaparate están los principios de cada uno: ¿cuánto estarías
dispuesto a dar por llegar arriba?
Después de casi 16
años en la profesión, descubrí que la clave estaba en mis… vamos a llamarlos
pechos (que cada uno los llame como le dé la gana), y en mi trasero. Este fue
el testimonio de un posible mánager norteamericano con el que tuve la suerte (o
la desgracia, depende de cómo se mire) de contactar. Tenía que dejar la música
en un segundo plano y vender lo que el 90% de las mujeres djs venden.
Mi obsesión por
hacer música y publicarla como si de un libro se tratara, me llevó a abandonar
la idea.
Éste no fue ni el
primer ni el último intento de llegar a algo en este “chapucero” mercado. Poco
tiempo después (aproximadamente un año más tarde), entré en contacto con el
director de una importante agencia de djs extranjera. Apoyó mi proyecto de
presentarme como dj y productora, pero unas semanas antes de tomar un avión a
Barcelona, descubrí que había moneda de cambio por aquel evento. Por primera
vez en mi vida me lo planteé muy seriamente: ganaría un dinero que, dando
clases como ahora, no conseguiría en muchos años; actuaría en una sala
importante, con un gran aforo y como telonera del dj del momento. El problema
era la cara b del disco…
Rechacé la oferta,
deshice la maleta, volví a poner todos los cds en sus cajas y, sobre todo, me
di cuenta de que nunca llegaría a nada en el mundo del espectáculo.
Tampoco quiero
decir que todas las mujeres djs que están actualmente ahí arriba hayan elegido
la opción b de la susodicha cara. Me limito a contar lo que fue mi experiencia.
Años después (en
2010) publiqué en diversas discográficas muy destacadas, de las cuales nunca
llegué a cobrar un duro ni a recibir favor alguno (ni a hacérselo). Un A&R
llegó a confesarme que ciertas campañas publicitarias, o la posibilidad de
realizar remixes oficiales a según qué productores, estaban reservadas
exclusivamente a individuos (muchos de ellos desconocidos) que pagaban por
ello. Y de nuevo la pregunta del millón: ¿cuánto estarías dispuesto a dar por
llegar arriba? ¿6000 euros, 10.000, 20.000…? ¿Cuánto vale tu talento? ¿Tenemos
que poner siempre la cara b del disco? Volví a descubrir que, en este mundillo,
iba directamente cuesta abajo y con la mitad de los dientes.
Estas anécdotas no
solo se remiten a grandes empresas y “personajes”. En la parte más baja de la
pirámide musical, donde nos encontramos o nos hemos encontrado muchos, hay
auténticos “tocapelotas” (en este caso, “tocaovarios”). Gente que bombardea con
e-mails a tus propios alumnos a fin de que cambien de profesor; gente que te
amenaza porque no te apetece hacer un remix de forma gratuita; gente que te
ofrece una oportunidad aquí o en el extranjero y que, cuando llegas, la
intención es hacerse con tu método de trabajo; gente que sólo ve en ti un
objeto, un trozo de salchichón o de morcilla con la que atraer a un público completamente
sordo. Es cierto que a perro flaco todo son pulgas…
Podría pasarme
días citando casos. Estamos habituados a ver en facebook y en otras redes
sociales a djs muy emocionados con los Pioneer 2000, con sus eventos en el
local x o con sus canciones en la
discográfica y. Como profesora que
soy, veo que cada día más alumnos llegan con un concepto bastante erróneo de lo
que es esta industria. Aquí sólo pretendo poner unos cuantos ejemplos de lo que
yo llamo la “cara b” del disco.