La
gente que ha leído algunos de los textos de mi blog sabe que no me gusta dar
nombres. Como bien dice el dicho: “Se dice el pecado pero no el pecador”. Pues
bien: Tras una larga reflexión y siendo consciente de que no tengo nada que
perder, hoy he decidido hacer una excepción y hablar sobre una “escuela” alemana
(lo pongo entre comillas porque este sustantivo les queda grande), la cual hizo
cambiar por completo mi percepción de muchas cosas en relación a la enseñanza
musical.
Tras
16 años de formación autodidacta, uno de mis grandes objetivos siempre había
sido el adquirir un título (homologado) que garantizara mis conocimientos sobre
audio. Es por ello que me dispuse a “romper el cerdito” y realizar los
correspondientes estudios en el extranjero.
Tras
una prolongada búsqueda me topé con la Db’s Music Berlin (el que quiera puede
buscar información en Google y deleitarse con esta panta de caraduras).
Después
de revisar precios y condiciones me animé a efectuar los exámenes de ingreso.
Las pruebas consistían en una escrita y otra oral (esta última a través de
Skype) que, por lo que yo pensé, consistiría en una serie de preguntas de
carácter técnico. Se supone que, si tienen que realizar una selección de
alumnos, lo normal es que hagan una prueba de nivel.
Por
lo visto, la mentalidad alemana en lo que a educación se refiere no coincide
con la mía. El test escrito no eran más que una serie de cuestiones cortas en
las que el aspirante tenía que contestar a preguntas del tipo: Dinos un tema
que te inspire; ¿cuándo te iniciaste en la música?¿Cuáles son tus canciones
favoritas?... En resumen, una prueba que mi padre, mi madre o tus vecinos del
cuarto podrían haber realizado correctamente.
En
torno a una semana después recibí un correo indicándome que, como era de
esperar, había superado la primera prueba. El contenido del ya aprobado examen
me había dejado un tanto intranquila: Aquello no parecía un proceso de
selección demasiado riguroso…
La
segunda prueba era el examen oral en el cual yo esperaba que cayera alguna que
otra pregunta más técnica o propia del oficio. Me advirtieron que la valoración
no duraría más de 20 minutos y que no sería de carácter serio. Pensé: “¡Estupendo!¿Todavía
menos seria que la prueba anterior?”
Me
conecté al Skype y encendí la webcam (sigo sin entender por qué para realizar
una prueba de conocimientos tienen que ver tu cara). Me encontré con un
jovenzuelo de aspecto informal que apenas tendría unos 23 años. Lo primero que se
me pasó por la cabeza fue: “Éste podría ser mi hijo”. Se presentó como Charly
y, lo que es peor, formaba parte del profesorado.
Yo
no dudo de los conocimientos del “señor” Charly, pero tampoco me aporta una
gran tranquilidad entregar 7000 euros a una escuela donde un “niño” ataviado
con lo que parecía una visera de rapero imparte clases.
Aquello
empezó a preocuparme demasiado y, realmente, pensé en abandonar la conversación…
Charly
se limitó a repetir las preguntas del test número uno solo que, esta vez, a
nivel oral. La conversación duró menos de 20 minutos.
Me
dijo que no habría más pruebas y que en 15 días sabría si podría ingresar en la
escuela. Me quedé muy descolocada dado que no tenía ni idea de cómo diablos me
iban a valorar. Desconocían mis conocimientos informáticos y de sonido. Tampoco
sabían nada acerca de mi método de trabajo hace ya 16 años. Eso sí: Sabían que
me gustaba la música de los 90 y el trance antiguo…
No
volví a saber de esta escuela hasta pasado un mes. Me dijeron que habían estado
muy ocupados y que Charly había decidido no aceptarme. El problema no fue ese;
el problema fueron los motivos:
Según
mi entrevistador germano, no sabía cuáles eran mis objetivos en Berlín o por
qué quería estudiar allí. Bajo mi punto de vista, tener una formación
autodidacta durante 16 años y el haber impartido clases durante 8 es una buena
excusa para mejorar profesionalmente y obtener un título. Pues bien, los
alemanes no comprendieron esto.
Segundo
motivo (el más grosero y doloroso, a mi entender): Charly aseguró que yo no
podría pagarme los estudios allí. Está claro que hay que tenerlos (y no los
estudios), con perdón, muy cuadrados, para soltarle a un futuro cliente “no me
vas a pagar”.
Antes
de ponerme en contacto con Db’s Berlin pasé mucho tiempo analizando mi
situación financiera y asegurándome de que reunía las condiciones económicas
necesarias para ingresar en la escuela. Por otra parte, en ningún momento se
cuestionó mi poder adquisitivo. Ello no se hizo en ninguna de las dos pruebas
que realicé (ni en la oral ni en la escrita).
¿Cómo
pudo deducir el señor Charly que no puedo hacer frente a los gastos?¿Se lo dijo
su jefe?¿Me vio a través de la webcam y, simplemente, prejuzgó? ¿O será que soy
española?
De
lo único de lo que quiero dejar constancia en este blog es que esta experiencia
me ha hecho desentenderme por completo de la idea de obtener un título
profesional de sonido ¿Saben los alemanes cuánto cuesta ganar 7000 euros?
Queda
por comentar el dudoso nivel de esta escuela. Siempre dije que nunca llegué a
comprobar los conocimientos del señor Charly (por suerte) pero los proyectos de
fin de carrera que figuran en el Soundcloud de Db’s dejan mucho que desear...
Mezclas
borrosas, estructuras abstractas… La escuela presume de poner a sus alumnos en
la cima de la industria musical pero dudo mucho de que la mejor de sus
creaciones pueda ser publicada por un humilde sello digital.
Por
resumirlo de alguna manera, escuchar estos temas me hizo volver a mis primeras andanzas
como productora novata a finales de los 90. Creo que más descriptiva no puedo
ser…
Las
escuelas o, al menos, esta escuela de sonido “profesional”, es un timo como,
posiblemente, otros tantos centros desperdigados por Europa adelante. Hay que
pensar que son dinero privado juntado por cuatro listos con el único fin de
destrozar ilusiones ajenas.
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